Las Pelotas Cerca de las nubes

¿Dónde ir a buscar oxigeno veinte años y diez discos después? ¿A cuántos metros del suelo el aire empieza a ser más liviano? Cerca de las nubes parece aludir tanto al territorio natural de la banda (las sierras de Nono, Córdoba, donde funciona el estudio de grabación significativamente bautizado Los Angeles) como al antiguo anhelo de elevación de nuestra especie. No es casual que el comienzo ("Cuántas cosas") sea con violines en vibración flotante, ascendente, un sonido que sitúa la acción en el espacio donde va a fluir buena parte del disco. Hay algo casi meditativo en la voz de Germán Daffunchio, grabada en tono medio y con una fidelidad que deja entrever las inhalaciones entre verso y verso. No puede decirse que la canción tenga un estribillo convencional, pero una línea golpea con el poder de la belleza simple: "Hoy es un día bueno, no sé cómo decirlo bien". Es una entrada lujosa para un disco que tiene virtualmente dos lados. La primera mitad es la de las baladas y las melodías dóciles, eso que podríamos llamar la canción romántica según Las Pelotas. Es un festín para almas sensibles y un arma de doble filo para corazones solitarios. Está entre lo mejor que grabó la banda en toda su historia, un destilado de la madurez agridulce de Daffunchio y la paz interior de un grupo que atravesó demasiada tormenta (la muerte de Alejandro Sokol y Tavo Kupinski en el lapso de un par de años). Hay una construcción casi perfecta en canciones como "Siempre estará" y "Eso que pasó", temas que, cada uno a su modo, dialogan con el Cerati de Fuerza natural y con La piedra en el aire, de Flopa-Minimal. En ese esquema, Sebastián Schachtel (tecladista y arreglador) y Gabriela Martínez (bajista y segunda voz) sobresalen como dos posibles directores de orquesta de esta etapa, concentrando buena parte de la composición musical (las letras son siempre de Germán). Schach-tel genera las armonías de piano y las texturas electrónicas que le dan un aura blanda a muchas de las canciones. Y Gaby se consolida como el yin que necesitaba Daffunchio para darle contraste a una voz más sensible que dúctil. El momento perfecto de ese contrapunto es "Como el viento", la obra cumbre del disco. Varias de las obsesiones que cruzan las letras de Daffunchio -el tiempo, la levedad, la trascendencia, la sabiduría- remontan vuelo en esta melodía lenta, onírica y vibrante. "El que no está en ningún lado, qué es lo que puede perder", canta Germán como un buda de la sierra eléctrica. La segunda media docena del disco sube en velocidad, distorsión y potencial bailable. El espíritu de Sokol se corporiza en coros neuróticos ("me habla, me habla, me habla.") y en la corrosión del primer corte, "Escondido bajo el brazo", con esa línea picaresca del final montada sobre sintetizadores -"so-so-so-soy un pato"- que parece invocar el paso favorito de los tipos duros que no bailan. La decisión de cortarlo para las radios desorienta la percepción respecto de la esencia del álbum, más cerca de un dojo de tai chi que de la pista de una disco. Aca el podcats !!!

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